Manuel Hinds: Lecciones de un divorcio para la América Latina

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2022-01-20 7:12:51

Hace unas semanas un juez británico hizo unas reflexiones muy razonables a una pareja envuelta en un fiero juicio por divorcio. El juez podría haber hecho similares reflexiones al pueblo salvadoreño y latinoamericano en general, aplicadas a otros tipos de divorcios—los divorcios de los votantes con los políticos que ellos han adorado en elecciones anteriores.

El divorcio británico comenzó porque la señora le fue infiel al marido. Esto, como lo notó el juez, podría haber justificado el divorcio, pero no que toda la familia perdiera su fortuna, que fue lo que sucedió. Cuando el juicio de divorcio comenzó, esposa y esposo eran muy ricos, tanto que ambos podían quedar multimillonarios en una repartición racional de su fortuna. Lo que tenían incluía una casa en East Sussex que valía 4.5 millones de libras esterlinas, una propiedad en Francia que valía 3 millones, un establo de caballos de raza, un jet privado y múltiples carros de lujo, además de exitosos negocios que les daban una vida muy cómoda, que incluían una flota
de embarcaciones valuada en 8.15 millones de libras.

Pero en la primera repartición de los bienes, que fue cuando el juez les habló, ya solo les quedaban 740 mil libras esterlinas a los dos juntos, mientras que a los abogados les tocaron 2.3 millones. Quedan por repartir 340 mil libras, y como siguen peleando con la misma rabia, probablemente se van a ir todas en abogados.

El juez les dijo: “Los únicos beneficiarios de este litigio nihilístico han sido los abogados especialistas de alto precio. Los principales perdedores han sido probablemente los hijos, que, muy aparte del dolor emocional de ver a sus padres envueltos en procedimientos tan amargos, se verán privados de recursos que estoy seguro sus padres hubieran querido dejarles a ellos”.

El juez atribuyó el problema a que los dos, marido y mujer, habían confundido el objetivo que deberían de haber tenido en los tramites del divorcio. Debiendo haber buscado repartirse los bienes de una manera racional, dijo el juez, realmente buscaron hundir al otro. Así, hostigados sin duda por los abogados, fueron añadiendo pérdidas a las que ya no podían evitar pero sí dejar atrás. Tontamente, saltaron de la sartén al fuego por hundir al otro.

El mismo juez podría haber hecho una reflexión similar a muchos países latinoamericanos que han saltado políticamente de la sartén al fuego, sometiéndose a terribles tiranías creyendo que con eso castigaban a gobernantes anteriores cuando en realidad estaban cometiendo el equivalente de un suicidio. Y, como sucedió en el divorcio, lo hicieron azuzados por los que ganaron del objetivo mal puesto—que en todos los casos, ha sido el tirano corrupto que sustituyó al anterior. Tal es el caso de Venezuela, en donde, por muchos años, la gente respondía que habían dado el poder a Hugo Chávez porque Carlos Andrés Perez los había traicionado—o,
digamos, les había sido infiel.

Así, independientemente de lo que pudiera haber pasado a Pérez (murió en Estados Unidos 10 años después), los venezolanos tratan de justificar haber caído en la tiranía de Chávez por la rabia que sentían contra Pérez. Lo mismo dijeron por muchos años los cubanos, que el mal comportamiento de Fulgencio Batista (muerto hace 48 años) justificaba su apoyo para que se estableciera la terrible tiranía de los Castro, que se han mantenido directa o indirectamente por más de sesenta años en el poder. Se han vengado de él con mucha fuerza.

En esas historias, el tirano peor, el actual, sale totalmente limpio de culpa, porque mucha gente interrumpe cualquier crítica al tirano en existencia diciendo...”pero el verdadero culpable es Andrés Pérez, o Batista, o Somoza...” y así con otros tiranos.

De igual forma que la infidelidad justificaba un divorcio en el caso en Inglaterra, pero no dilapidar la fortuna de los hijos, los crímenes que habían cometido Pérez y Batista habrían justificado juicios formales dentro del imperio de la ley, pero no escoger gobernantes que iban a llevar a Venezuela y a Cuba a tiranías peores y más corruptas.

En Estados Unidos el gobierno de Warren G. Harding se desprestigió totalmente por un escándalo de corrupción. El miembro del gabinete responsable por la corrupción fue a la cárcel.

Pero el pueblo no eligió a alguien todavía más corrupto para demostrar su decepción y su cólera.

Imagínese el ridículo de decir “elegimos a este tirano corrupto por la cólera que tuvimos por tener un corrupto antes”. Es como la respuesta del marido diciendo que les dio su fortuna a los abogados porque su esposa le fue infiel.