Pequeñas Victorias y una Gran Esperanza

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“Lo que buscamos es ayudar a El Salvador a insertarse en la cuarta revolución industrial. No impoorta el financiamiento sio importa el financiamiento sino que se tenga clas lo que se quiere”. Foto EDH/David Martínez

Por Alexandra Araujo

2019-08-23 6:00:57

El 19 de agosto, regresé a mi casa emocionalmente agotada y con un nudo en la garganta que no me dejaba respirar del todo bien. El caso de Evelyn es el tercer caso de mujeres acusadas de homicidio agravado al sufrir un parto extrahospitalario, el cual, he seguido de cerca. Siempre sucede lo mismo; un grupo diverso de mujeres y hombres nos juntamos periódicamente en los Tribunales de Sentencia, unidos detrás de la esperanza de que las jóvenes acusadas puedan obtener justicia y ser declaradas inocentes. Para la sorpresa de muchos en este caso, por no decir de todos, Evelyn Hernández fue absuelta; y la emoción de verla caminar en libertad provocó conmoción mundial.

Después de cada uno de los casos se festeja el triunfo, pero yo, siendo bastante nueva en este tipo de luchas, quedo profundamente inquieta. Todos los procesos judiciales que he presenciado son totalmente impredecibles y volátiles, los comentarios en redes sociales son violentos, la gran mayoría de opiniones sin fundamento, y se percibe una falta de pronunciamiento de los liderazgos representativos en el país. Termino siempre con una gran preocupación por el futuro incierto y agobiada por la enorme deuda que aún tenemos con la mujer salvadoreña.

En mi mente permanecen grabadas las imágenes de Imelda, de Alba Lorena y de Evelyn; paradas frente al juez con resignación estoica. Las vidas de ellas cuelgan de un hilo, cuando valientemente enfrentan un sistema judicial que utiliza evidencia inconsistente, basada en suposiciones, sin considerar las profundas implicaciones que la prisión tendría en sus vidas. Pero esta vez, una vez más, gracias al trabajo arduo de varios, y a la claridad de un juez valiente, Evelyn fue absuelta.

El juez, dentro de las facultades de la ley, la libera; tomando en cuenta la debilidad de las pruebas presentadas en contra de la acusada, justificó diciendo “No tengo certeza absoluta; y por ende no puedo condenarla.” Para condenarla el juez estaba obligado ha “suponer” o “especular” sobre los hechos. He tenido la oportunidad de platicar brevemente con muchas de las mujeres incriminadas y algunas que han sido absueltas. Escucho en sus voces esperanza y unas grandes ganas de salir adelante. Lo que ellas han vivido son historias que deben de contarse una y otra vez para sensibilizar a nuestra sociedad sobre la realidad existente y poder así cambiar el futuro de otras mujeres en El Salvador.

Creo firmemente que el carácter de una sociedad se juzga, no por como tratamos a los privilegiados y educados, sino por como protegemos y asistimos a los más vulnerables. En un país en donde 1 de cada 4 niñas es violada, en donde la impunidad de violadores es casi del 99% y que además privamos sistemáticamente a los niños de sus derechos constitucionales básicos como educación y salud, no podemos hablar de “justicia” con la conciencia tranquila.

Necesitamos entender y empatizar con las experiencias y situaciones de vida de todos los salvadoreños. Debemos reducir las deficiencias en los procesos del sistema judicial, brindar recursos adicionales para que la ley proteja siempre los derechos humanos del individuo y definitivamente eliminar la impunidad.

Pero ¿cómo unimos esfuerzos para asegurar que estas injusticias que pasan muchas otras mujeres no se repitan?, ¿cómo convertimos las palabras hostiles, la ignorancia basada en miedos y la falta de compasión que existe en nuestra sociedad, en una fuerza magnífica que nos permita trabajar juntos para romper con los patrones de violencia, pobreza y discriminación que viven tantas mujeres y niñas en El Salvador?

Debemos dejar de simplificar argumentos solo para después descalificarlos como opiniones “izquierdistas”, “derechistas”, “progres” o “conservadores”. Yo insisto que no somos malos o buenos, morales o inmorales; que opinemos diferente no nos convierte en enemigos.

Bryan Stevenson, un abogado criminológico estadounidense reconocido mundialmente, dice muy acertadamente que “lo opuesto a la pobreza no es la riqueza, es la justicia”; y en demasiados casos en El Salvador, las condenas judiciales son consecuencias lógicas de la condena social que nuestro mismo sistema le otorga a gran parte de nuestros conciudadanos. Estamos llamados a buscar proximidad entre nosotros para poder entender y hablar el mismo idioma; sin ello, el diálogo, la búsqueda de consensos y respeto serán solo ideales de nuestra imaginación. Al final, ¡todos queremos un mejor El Salvador!

Algunos andan preguntando, a veces con sospecha, ¿cuál es mi agenda? pues aprovecho para aclararla: mi único objetivo y deseo es trabajar para brindar igualdad de oportunidades, sensibilizar sobre la violencia actual en contra de los derechos humanos y apoyar el empoderamiento integral de la mujer salvadoreña.