Razones para la esperanza

Lo que lo diferencia de los otros revolucionarios que complicaron más que resolver los problemas de la humanidad es que él, Jesús de Nazaret, va al corazón del hombre. Víctimas y victimarios necesitan un corazón nuevo. Su mandamiento de fondo será el amor, no la imposición agresiva y orgullosa. Ese Reino, tema de fondo de la predicación de Jesús, no es una revolución social, como las tantas revoluciones que han dejado regueros de víctimas en los caminos de la historia.

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.El exalcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt, es acusado de apropiación de retenciones tributarias en perjuicio del Ministerio de Hacienda. Foto EDH/ archivo

Por Heriberto Herrera

2021-06-11 6:23:44

Ha estado muy extendida la idea de que la historia de la humanidad es una historia de guerras entre naciones, victoriosas y vencidas. Lejos de ser un prejuicio gratuito, es una triste realidad. Suponiendo que hemos ido evolucionando a lo largo de los siglos, el resultado hasta la fecha parece deprimente. Siguen las guerras, los dictadores, las escandalosas diferencias de clases, las mezquindades políticas. ¿Hay razones para perder la esperanza?
El Evangelio es el libro de la esperanza. Los tiempos de Jesús no eran menos traumáticos que los nuestros. Jesús recorre los campos de Israel anunciando la venida del Reino. No un reino político, sino uno rico en humanidad. No se trataba de una utopía consoladora pero inofensiva. De hecho, después de Jesús, las turbulencias de la historia humana continuaron y, en momentos, se agravaron.
¿Jesús, un profeta ingenuo? Nada que ver. Más que un mensaje proclamado, él es el mensaje. Él es el hombre nuevo, que se mueve con valentía en medio de víctimas y victimarios. Enfrenta con energía las poderosas fuerzas demoníacas que oprimían a los hombres. Su proyecto sobre la humanidad no es la locura de un iluso.
Lo que lo diferencia de los otros revolucionarios que complicaron más que resolver los problemas de la humanidad es que él, Jesús de Nazaret, va al corazón del hombre. Víctimas y victimarios necesitan un corazón nuevo. Su mandamiento de fondo será el amor, no la imposición agresiva y orgullosa.
Ese Reino, tema de fondo de la predicación de Jesús, no es una revolución social, como las tantas revoluciones que han dejado regueros de víctimas en los caminos de la historia.
¿Está funcionando el Reino proclamado por Jesús? Sí y no. La maldad en el mundo sigue monstruosa. Pero la bondad circula con creces. Ese Reino es discreto, sin aspavientos ni alardes. La gente de corazón bueno es más de lo que imaginamos. Y ellos son quienes sostienen a la humanidad. El Reino que ha echado raíces ocultas en la humanidad, y su presencia viva y activa no es tan notoria como la del mal. Pero es la savia que circula vivificante por las venas de la historia.
La Muerte y Resurrección de Cristo es garantía de que el mal, por muy escandaloso que sea, ya está vencido de raíz. Esa es la razón de vivir en esperanza. El mal no triunfará. El final no será una hecatombe aniquiladora. Cristo es más poderoso que el demonio. El fin de la historia será la celebración cósmica de Cristo rey del universo.
Mientras tanto, quienes vivimos en este tiempo intermedio, optamos por asociarnos con Cristo en la lucha contra el mal, conscientes de que estamos del lado del vencedor. Y de que nuestros humildes esfuerzos no son tarea inútil.
Hay razones para la esperanza. Quien opta por sembrar el bien y erradicar el mal, sea cristiano o no, será un granito de mostaza, insignificante en apariencia, pero con una energía poderosa porque viene de Dios.

Sacerdote salesiano.