El blockchain y la minería del Bitcoin

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2022-01-27 6:38:50

El Bitcoin se inventó para descentralizar los pagos electrónicos. Normalmente, estos pagos pasan por un intermediario, que es el sistema bancario. Si un tío desea enviarle $100 a su sobrino desde Estados Unidos, él le entrega el dinero a, digamos, el banco A. Este banco tiene una cuenta en el banco B, en El Salvador, y le da una orden a éste para que de esa cuenta le deposite los $100 a la cuenta del sobrino en ese mismo banco. Los $100 desaparecen de la cuenta del tío en Estados Unidos y aparecen en la cuenta del sobrino en El Salvador.

El Bitcoin busca hacer estas transacciones directamente del teléfono del tío al del sobrino.
Para eso creó una unidad de transferencia electrónica (el Bitcoin), que puede tenerse en una computadora, como si fuera en una billetera (una wallet), y que pueda pasarse de esa cartera a otra cartera sin pasar por el banco. Para eso, el Bitcoin tiene que desaparecer de la computadora del tío y aparecer en la del sobrino. Es importante que desaparezca de la del tío para evitar que él use el mismo Bitcoin una y otra vez para hacer pagos infinitamente. ¿Pero quién va a asegurar que esto pase si el banco ya no está en la jugada?

La solución de Bitcoin es que todos los que participan en la red de Bitcoin lleven la contabilidad entera del sistema, vean todos los Bitcoins en su pantalla y sean testigos de que los Bitcoins enviados por el tío se le quiten a la cuenta de él y se le sumen a la cuenta del sobrino.

Para eso se inventaron un procedimiento que se llama el blockchain, que es un programa que funciona como un albañil que está construyendo una pared con bloques. Imagine que cada línea de bloques constituye una transacción. Una vez se ha puesto esa línea, se le pone cemento, y se le pone otra línea arriba. En la pared van quedando, para que todos lo puedan ver, qué cuentas tienen cuántos Bitcoins (secretas porque no se sabe quiénes son los dueños de las cuentas), y cuántos le está pagando a otro en ese momento. Así, en la pared se le quitan los Bitcoins al que los envía y se le abonan al que lo recibe, ante la vista de todos. Cada línea queda allí como testigo de la transacción. Como ya tiene otros bloques encima, no se puede modificar lo que ya se hizo. Este sistema sustituye la fiscalización que hacen los bancos.

El problema es que estar poniendo los bloques requiere un trabajo (apuntar en ellos quién le paga a quién), que hay que remunerar si se quiere que alguien lo haga. Pero no hay un dueño que pague por los trabajos. El sistema les paga automáticamente con una cantidad de Bitcoins.

Pero poner estos bloques es demasiado fácil y demasiados albañiles estarían tratando de poner más bloques y el sistema aguanta solo con 7 por segundo. Hay que limitar a un albañil por fila de bloques. Esto lo logra el sistema exigiendo que para poner una fila de bloques el albañil tiene que resolver un problema muy difícil de matemáticas.
Sólo el que lo resuelve puede poner la siguiente línea. Entonces, para poder ganarse los Bitcoins, tienen que trabajar —como los mineros. De allí viene lo de los mineros.

Es una solución bien cara. Resolver los problemas requiere tanto poder de computación que el New York Times ha estimado que en esta minería se gasta más energía eléctrica en un año que la que gasta España entera con sus 47 millones de habitantes. Sale mucho más barato pagar los costos de los bancos. Pero son costos que no se ven porque los pagan los que compran Bitcoins.

Mucha gente considera que el Blockchain es un gran invento porque permite auditar cosas sin un responsable central. Han pensado, por ejemplo, que puede ser usado para el registro de la propiedad. Se le pueden poner contratos inteligentes, que entran en acción cuando algo especificado pasa —como que una casa se transfiera cuando alguien pague su precio.

Pero han pasado ya muchos años y todavía no se ha producido ninguna aplicación en la que tenga mejores resultados que sus alternativas centralizadas. Prima la desconfianza de que, como también pasa en los sistemas centralizados, el que controla puede tomarse el sistema. O el que le dice a la máquina que ya se pagó la casa, llamado el oráculo.
En los sistemas centralizados hay un incentivo a que eso no pase: el controlador es responsable por lo que pasa. En el Blockchain, todos y nadie son responsables. Si a usted le hacen una trampa, nadie va a responder por ella. Y, contra todo lo que se dice, ya están apareciendo computadoras cuánticas, que serán capaces de hacer estas trampas.
Así, como el Bitcoin, que es mucho menos eficiente que PayPal y las tarjetas de crédito, el Blockchain todavía no ha resuelto un problema que no se pueda resolver más efectivamente de otra manera.

Máster en Economía

Northwestern University