Impunidad en asesinatos de bebé y sus padres en Cacaopera

De acuerdo con información recabada por El Diario de Hoy con vecinos de Cacaopera, el triple crimen fue cometido entre la noche del 9 al 10 de abril

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Por Jorge Beltrán Luna

2018-05-13 10:23:56

El 21 de abril, el cadáver de la víctima mortal más joven en abril, fue localizado en el cantón El Junquillo, municipio de Cacaopera, departamento de Morazán. Solo era una bebé de poco más de dos años. Ocho días después, las autoridades desenterraron los cadáveres de los progenitores de la niña. Desmembrados.

En Cacaopera es fuerte el rumor de que el asesino, por lo menos uno de ellos, de la bebé y los dos adultos es un pandillero de nombre Rigoberto, que hasta el día del triple crimen residía en el cantón El Junquillo, donde a un lugareño le prestó herramientas para cavar un hoyo en el que “enterraría un ternero que se le había muerto”. Eso fue lo que dijo. Aquel lugareño, refieren habitantes de Cacaopera, le creyó y le entregó los fierros. A pesar de que según fuentes policiales hay muchas evidencias que apuntan hacia Rigoberto, hasta la fecha la Policía no lo ha capturado. Ni a él ni a nadie más.

La investigación del caso la lleva el DIN (Departamento de Investigaciones) de San Francisco Gotera. De acuerdo con información recabada por El Diario de Hoy con vecinos de Cacaopera, el triple crimen fue cometido entre la noche del 9 al 10 de abril, en un mesón o cuartería que las víctimas alquilaban para vivir y que, José Magdaleno Aparicio Guevara, tenía proyectado comprar.

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Fue sacada de su casa donde dormía con sus padres y hermanos. A pocas cuadras la ejecutaron con un disparo en la frente.

El martes 9 fue la última vez que los vieron. El miércoles no dieron señales de vida. El jueves a media mañana, una hija de Sandra Maritza Aparicio Bonilla fue al mesón a ver si sus parientes estaban bien. Lo que encontró cerca de la habitación donde aquellos vivían, la hizo informar a la Policía.

En el mesón estaba el abuelo de Rigoberto. Cuando la hija de Sandra Maritza le preguntó qué había pasado con sus familiares, aquel anciano le respondió con suma tranquilidad que quizá andaban paseando.

Pero la familiar de las víctimas observó que cerca de la habitación había abundantes manchas de sangre y cabello; en una silla estaba una pacha (biberón) con leche, había ropa desparramada y la prótesis dental de su madre.