Los samaritanos que dan alimento a más de 100 personas al día en Santa Tecla
Los voluntarios de la posada Santa María, en Santa Tecla, preparan más de 250 platos de comida al día y los sirven a todo aquel que no tenga techo, que sufra abandono, que viva en las calles, que padezca una adicción o que sencillamente tenga hambre.
Un portón negro en la cuadra contigua a la parroquia Inmaculada Concepción de Santa Tecla da la bienvenida a propios y extraños. No aparenta ser un lugar importante pero para decenas de personas sí lo es. De hecho, ese edificio de ladrillo, sin pintura, se ha convertido en un alivio para los más pobres y necesitados.
Desde las seis de la mañana, una fila de personas espera a que el portón se abra. Adentro, un jardín central ilumina el espacio. Unas 20 mesas esperan a sus comensales, cada una con seis sillas disponibles. En punto de las seis y media, las puertas se abren. Los primeros en llegar lavan sus manos y son ubicados en los lugares vacíos, en pocos minutos el lugar está repleto. Entonces, desde el fondo, en donde se ubican las cocinas, la comida empieza a ser repartida.
Al día, en la Posada Santa María, más de 100 personas reciben un plato de comida caliente. Son indigentes, excluidos, olvidados. No es extraño ver a algunos con sus ropas y zapatos desgastados. Otros cargan en sus hombros una mochila, como si solo fueran de paso. Mujeres llegan con niños uniformados para la escuela. Hay ancianos que viven solos en las calles de la ciudad. Hay adictos y reformados, aquellos que nadie ve.
Consciente de estas grandes necesidades, hace once años, Monseñor Rogelio Esquivel, el anterior párroco de la iglesia Inmaculada Concepción de Santa Tecla, decidió crear el proyecto que se convertiría en un método de evangelización. El clérigo estaba convencido que además de sustento físico, ellos ofrecerían sustento espiritual, que es el acercamiento a Dios. Antes de consumir sus alimentos, todos oran sin importar sus doctrinas o creencias religiosas.
El sucesor de Monseñor Esquivel es Leopoldo Antonio Sosa, el actual sacerdote a cargo de la Iglesia Inmaculada Concepción. Él es quien consiguió ampliar la labor de la posada durante los tres años que ha estado a cargo. “Algo que nos representa es que se les sirve a los pobres con dignidad”, expresó el religioso con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
El párroco calcula que los voluntarios de Santa María preparan alrededor de siete mil platos de comida al mes. Eso es más de 250 platos al día. Sirven dos tiempos: a las seis de la mañana y a las cuatro y media de la tarde. El único día que no trabajan es el domingo.