Chile verde: una forma de subsistencia para las familias de Cacaopera

Son cuatro hombres, dos adultos y dos jóvenes, que llevan el sustento a sus familias a través del cultivo de hortalizas. El Programa Mundial de Alimentos les ha dado la oportunidad de ser agricultores todo el año.

En el mercado informal el chile es vendido en costales que llevan entre 180 y 250 unidades, el precio lo establecen los comerciantes del mercado de San Miguel.

Por Evelia Hernández

2019-09-16 9:30:44

Cristino Rubio, de 64 años; José Petronilo Ortiz, de 20 años; Cristian Flores, de 23 años y German Ortiz, de 54 años, son agricultores del caserío San José Arriba, del cantón Calavera, en el municipio de Cacaopera, en Morazán, quienes para subsistir durante la época seca han comenzado a cultivar hortalizas, iniciando con la siembra de chile verde, en marzo de este año.

Los cuatro hombres, a pesar de la diferencia de edades, se entusiasmaron con la posibilidad de llevar un sustento a sus familias y tomaron la iniciativa que el Programa Mundial de Alimentos (PMA) les está brindando para poder tener un invernadero y recibir capacitaciones para iniciar sus cultivos.

German Ortiz, uno de los agricultores, quien reside en la comunidad El Matapalo, cuenta que la perspectiva que tienen es grande ya que esperan crecer económicamente con el cultivo de hortalizas, pero principalmente por tener el alimento diario en la casa.

Comenta que este invierno ha sido difícil por la falta de lluvias, pero que están realizando el mayor esfuerzo que pueden, junto al PMA, quienes les han facilitado tanto los implementos para construir un invernadero, donde cultivan por un sistema hidropónico; como para poder instalar un sistema fotovoltáico que es el que ayuda a transporta los nutrientes a las plantas de chile por medio de un sistema de riego por goteo.

“Anteriormente nosotros solo sembrábamos maíz, frijoles y maicillo en mayo, y últimamente, por la falta de lluvias, empezábamos a sembrar en junio y cosechábamos hasta en octubre la primera corta, y la segunda hasta noviembre. La idea de seguir trabajando es para el bien de nosotros mismos y de nuestras familias, ya que antes no teníamos estas oportunidades y beneficios para todos”, dice el agricultor.

Desde diciembre hasta que volvían las lluvias en mayo, estos pequeños agricultores no tenían cómo poder sembrar, ya que no había agua de dónde poder nutrir los cultivos, además de no tener el conocimiento y la oportunidad de cultivar hortalizas, por esta razón se dedicaban a trabajar como jornaleros, lo cual no era suficiente para la manutención de la familia.

José Petronilo es uno de los dos jóvenes que están dentro del proyecto, quien cuenta que le gustó la idea de tener un ingreso todo el año, por eso inició con el trabajo en el invernadero junto al resto del grupo.

“Antes del proyecto, días sí, días no, había trabajo y nos pagaban $6 por día trabajado como jornaleros, desde las 6:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde, eso era lo poco que nosotros llevábamos a la casa y no era suficiente para las necesidades del hogar, y nos tocaba buscar otras alternativas para poder subsistir”, dice el joven.

El pequeño agricultor expresa que su deseo por comenzar a sembrar nació de ver a su padre Ricardo Ortiz, quien también se dedica a la agricultura. José pensó que al unirse al proyecto ayudaría a la economía de su familia, razón por la que se levanta muy temprano a trabajar.

Cristian Flores y José Ortiz sintieron la motivación de unirse al grupo de agricultores para poder llevar sustento a sus hogares. Foto EDH / Yessica Hompanera

“Comenzamos a las 6:00 de la mañana para poder cuidar el invernadero, revisamos cada planta, una por una, para ver que las hojas no estén dañadas, que los chiles vayan creciendo bien, las limpiamos y hasta ahorita tenemos como 2,000 plantas”, cuenta el joven.

Carlos Alvarenga, oficial de programas del PMA, expone que son 60 familias las que están trabajando en la zona del cantón Calavera, principalmente con cultivos de ejotes y chiles verdes.

“Lo que buscamos con estos proyectos, más allá de que produzcan o cultiven, es consolidar que los beneficiados pueda transformar sus productos en recursos económicos para sus familias, por eso hemos trabajado mucho en la vinculación a mercados (formal e informal)”, menciona Alvarenga.

Los cuatro agricultores han aprendido hasta el momento a cultivar chile en un invernadero cuyo techo de plástico impide que la lluvia maltrate las plantas, además de ayudar a que no ingresen plagas o virus, ya que está totalmente cubierto con un plástico especial.

“Cuando iniciamos el trabajo con el PMA fue aprendiendo a hacer barreras muertas y barreras vivas, y últimamente estamos proyectando sembrar otras hortalizas como tomate, pepino, ejote, porque es para nuestro beneficio. Antes teníamos parcelas personales, pero hoy estamos en un grupo más grande y estamos pensando en más producción con las capacitaciones que los técnicos nos han dado”, dice German Ortiz.

Una vez por semana, los cuatro agricultores cosechan el chile para clasificarlo, limpiarlo y llevarlo a los diferentes mercados. Foto EDH / Yessica Hompanera

Comercialización

Los pequeños agricultores, a través de Asociación Empresarial de Productores Agropecuarios de la Zona Norte de Morazán (Aepanm) han logrado vender sus cultivos a buenos precios en el mercado formal, donde venden a supermercados del país; como en el mercado informal, en San Miguel.

En el mercado informal el chile es vendido en costales que llevan entre 180 y 250 unidades, el precio lo establecen los comerciantes del mercado de San Miguel.

Mientras que en el mercado formal, que es el que compra para los supermercados, cada chile debe cumplir con requisitos para poder ser vendido a un buen precio.

Cada agricultor es responsable de que cada hortaliza cumpla con los requerimientos que solicita la asociación, los cuales están establecidos en una ficha técnica. Por ejemplo, la hortaliza no debe estar dañado, no debe presentar manchas, además de que debe tener el tamaño, color y circunferencia indicada en el documento. El mercado formal les permite vender cada chile a un precio de $0.12, lo cual significa más ingresos.

Cristian Flores, uno de los agricultores que explica que cada día supervisan el desarrollo de las plantas y de los frutos, en este caso de los chiles.

“Cuando el chile ya va agarrando tonalidad verde oscuro es que ya está listo para cortar, también se el siente la textura, que si está un poco duro es que ya está, pero si está blando no se puede cortar, porque si ya está a la venta, ese chile se daña rápidamente. Con el tamaño, lo vamos midiendo, tiene que medir para el supermercado lo menos 11 centímetros, por cinco de circunferencia, pero para el mercado puede ser de todo tamaño”, comenta Cristian.

El joven cuenta que, a diferencia de otros agricultores, tienen la ventaja de cultivar en invernadero y esto hace que las cosechas se logren más debido a que se evitan muchas plagas y tienen mayor producción y mayor ganancia.

Nelson Argueta, presidente de Aepanm, cuenta que la asociación inició hace 12 años, y se formó con un aproximado de 140 socios pequeños agricultores.

Pero debido a los requisitos que pide el mercado formal, cada vez fueron menos socios los que se mantenían en la asociación, hasta la fecha permanecen 22 agricultores.

“Se fueron quedando solo los que tenían interés en producir y en crecer un poco económicamente. Al final habían 26 hace cuatro años, en la actualidad somos 22, pero somos sólidos, porque nos mantenemos. Ellos no fallan. El requisito de la asociación es entregar producción por lo menos tres meses al año”, dice Argueta.

Uno de los beneficios de la Aepanm es que les dan la oportunidad de que los agricultores que inician en el cultivo de diferentes hortalizas, puedan vender en los diferentes mercados.

El presidente de la asociación cuenta que en este momento hay un grupo de jóvenes entre 15 y 16 años que ya están cosechando y les han abierto las puertas para que puedan vender a los supermercados, apegándose a los requerimientos.

“Se les da el espacio para que vayan probando el mercado formal, si a ellos (agricultores) les gusta, se van quedando y cuando tienen un año de prueba de estar entregando y presentan una solicitud de que quieren ser socios, se les da la oportunidad, se evalúan. Ahorita los jóvenes traen chile, pepino y tomate en cierto tiempo, ejote también producen bastante”, indica Argueta.

La asociación tiene un equipo de control de calidad que se encarga de revisar que las hortalizas estén limpias, tengan las medidas adecuadas y no esté dañado.