Aunque ya a los 3 años patinaba, el deporte que la enamoró fue la gimnasia rítmica, en el que inició con 5 años en el Polideportivo de Merliot. Desde entonces, y aunque ya está retirada, la vida de Beatriz Acosta ha estado y sigue ligada a esta especialidad.
Para no pasar viendo tele por las tardes, se fue a acompañar a una prima a las audiciones, en 2002. Ahí, su vida comenzó a cambiar. Tras el colegio, almorzaba, hacía tareas y las 2 p.m. se iba a entrenar. Ni sabe bien cuándo dejó de ser algo recreativo para convertirse en algo fundamental en su vida, pero pronto se lo tomó muy en serio. “No me permitía faltar a ningún entreno, prefería ir a hacer gimnasia que visitar a alguna amiguita, estudiar o fiestas, nunca me importó no ir a los cumpleaños. La disciplina que me formó el deporte me gustó y me ayudó en el colegio, a donde siempre tenía los mejores puestos”, cuenta.
Esa disciplina la llevó a entregarse de lleno a una modalidad que dominó hasta ser campeona nacional infantil, juvenil y mayor, a nivel centroamericano juvenil y a obtener dos medallas de bronce en un Panamericano de Clubes, en cuerda y pelota.
Reconoce en la cubana Miriam Martínez a la entrenadora que más le marcó por su exigencia. “Entrenábamos de lunes a domingo”, cuenta, “pero eso me ayudó a forjar mi carácter y a entender que lo más difícil es lo que más satisfacción dejaba al conseguirlo”.
Entre sus experiencias, se entrenó en el Centro de Alto Rendimiento de México, en tres ocasiones.